Es la gran frase que ha quedado en mi memoria dicha por mi quería abuela Maru, de quien tengo los más graciosos y divertidos recuerdos. Día del padre, día de la madre, cumpleaños de mis abuelos, Navidades, Pascuas, cada reunión familiar es acompañada por un rico, y calentito asado.
Cuando mis padres estaban juntos, era costumbre viajar los fines de semana a Malanzán, una localidad del interior de la provincia, donde mis papás se criaron y vivieron su juventud. Llegado el domingo señores, mi abuelo temprano por la mañana junto con mi papá iba a comprar la carne, la leña, el pan y demás cosas para hacer la ensalada y el famoso asado. No tardaban mucho porque el pueblo es muy chico y todo quedaba, en ese momento a la vuelta de la plaza principal.
Nunca podré olvidarme de las mesas tan largas, de buscar las sillas en lo del vecino porque para todos no alcanzaban, en lo de mi tío hermano de mi mamá, de saber el escondite de la caja azul (que aún existe) de cubiertos de cuatro décadas de edad, que mi abuela conserva como un tesoro apreciado, el viejo paraíso que en sus mejores años nos brindó su sombra para poder hacer el asado, y es imposible no mencionar cuando la carne ya estaba lista, antes de llevarla a la mesa, mi abuelo cortaba un poco de la parrilla y quemándonos la lengua, con mis primos, disfrutábamos de esa carne tan sabrosa. Por la razón anterior, todas las mujeres de la casa querían hacer ellas el asado y dejar de hacer la ensalada, pero han pasado ocho años y los roles aún no cambian. Lo que las mujeres quieren con todo el corazón es disfrutar del calor de las brasas, conversar disfrutando de un buen vinito riojano, escuchar una buena música folclórica (los cantores del alba, Jorge Rojas), y servir el asado cuando las ensaladas estén listas. No sentir la tortura de la voz de los hombres al terminar de asar “el asado ya está…les falta mucho para las ensaladas?...”
Los asados traen a mi persona recuerdos malos y buenos; buenos porque mi familia es muy numerosa y no les puedo explicar la sensación tan linda y emocionante que se siente al ver la mesa tan larga y que todos tengamos un lugar y seamos bien recibidos aunque hace como dos años que hay un lugar vació y yo en cada ocasión, me siento al lado de él. Pero lo malo es que los mejores lo hacían y los hace mi papá, pero al estar separados no puedo compartir esta comida con él, tal vez porque he dejado que el rencor y las falsas promesas tomen una posición más importante y no me dejan ver lo que realmente quiero. Tampoco puede ir a la casa de mis abuelos y ocupar un lugar ese lugar vacío que las circunstancias usurparon.
El asado es una práctica cultural argentina que tiene sus orígenes en la conformación el Estado- Nación, es símbolo de amistad, de celebración, de compartir con el otro y disfrutar un buen momento. El sabor incondicional que tiene la carne cocinada en la parrilla es un sabor de encuentro de relato de anécdotas, de enseñanzas de mi abuelo, para todo tema tiene una anécdota.
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